domingo, 11 de enero de 2009

DISCREPANCIAS CULTURALES PARTE 3: ENTRE PERSIANAS, CORTINAS Y DEMÁS VISILLOS


Dicen los entendidos en la materia ―en este caso entendida― que la ausencia de persianas en las ventanas de Ámsterdam y el uso exclusivo de las cortinas como eficaz quitafrío en las noches de invierno se debe, lejos de aparentes motivaciones que van desde lo ahorrativo al exhibicionismo, al legado protestante de esta parte del país.

Así, frente al católico hogar bunkerizado, que lava sus platos sucios en casa y oculta al extraño sus miserias y temores, Ámsterdam exhibe sus estampas domésticas con total impunidad. Si además tenemos en cuenta que la legislación urbanística obliga a construir grandes ventanas, para aligerar el peso de las fachadas y evitar derrumbamientos, el espectáculo vital es para el visitante como poco abrumador.

Abrumador e inquietante para esos ojos poco acostumbrados a ver la vida ajena en directo ―más allá de bazofias televisivas donde cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia y menos mal― pero tremendamente acogedor y entrañable en cuanto conseguimos disfrutar de Ámsterdam como ese teatro dentro del teatro donde las calles y las casas se simbiotizan en un único y vigoroso enjambre y en cualquier paseo solitario por una callejuela cualquiera te sientes arropado y en compañía.


Y así, una vez superada la incomodidad inicial del voyeur ―tan pronto como descubres que más allá de tu ventana indiscreta no hay otra cosa que familias cenando y amigos charlando con unas copas de vino―, rara vez vuelves a posar la vista en otros cristales que no sean los de los comercios o restaurantes ―o los del Barrio Rojo en su caso y también a fuerza de superar cierta incomodidad―. Porque dentro de todos esos hogares simplemente transcurre la vida, igual que en el tuyo. Ese al que muchas veces hacemos menos caso del que se merece y del que dedicamos a los otros.

Ya sé lo que estáis pensando, mis estimadas y calenturientas almas, que de tener un patio interior de inmensas ventanas sin cortinas en pleno Ámsterdam estaríais todo el santo día con la nariz pegada al cristal observando a las pluscuamperfectas holandesas, pero os aseguro que si en vuestra primera mañana en esta deliciosa ciudad lo que hubiera aguijoneado vuestras retinas fuera una señorona de ciento veinte kilos correteando desnuda por la salita de su casa habríais aprendido la lección.

8 comentarios:

David dijo...

Yo, francamente, prefiero la católica tradición persianil.
Un saludo desde Zaragoza.

Dani Llabrés dijo...

Estimado David: A saber qué tendrá Ud. que ocultar tras esas persianas. Mientras mi mente baraja látigos y tangas de leopardo, cabezas cortadas y pies seccionados y hasta un taller clandestino de chinos cosiendo zapatillas, me despido mandándole un cordial saludo.

A dijo...

Yo también me permito discrepar con vuesa merced respecto a la facilidad en acostumbrarte a esos escaparates vitales de las casas de Amsterdam. Lo siento pero me intimida la intimidad ajena. No quiero saber como se desenvuelve la existencia del resto de la gente. Creo que no se puede sacar nada bueno de tal experimento: quizá descubramos que la nuestra es caótica, o degenerada, o simplemente insulsa. Es mejor mirar al cielo cada vez que nos asomamos a la ventana. Ahí no hay comparación posible; el cielo siempre nos gana.

Anónimo dijo...

Esto funciona o está blokeado.

Cuando escribe algo nuevo ya....a trabajar, Vago!!!

Me niego a escribir palabras ridículas de verificación

Dani Llabrés dijo...

Estimado Max:

Comer, dormir, ver la televisión... la vida es, por regla general, una película costumbrista demasiado aburrida.
¿Te has planteado quién diablos entraría a robar (después de matar a tu perro)en una casa donde no hay cortinas ni persianas?
Aunque la verdad es que si yo redactara sentencias únicamente vestido con un tanga morado también discreparía.
Ya estamos en la cuenta atrás del advenimiento de la Guardia Dominica. Ya hay ganas, hermano, ya hay ganas.

Dani Llabrés dijo...

Estimado Anónimo:

Año sabático: período de doce meses consecutivos que una persona se libera voluntariamente de sus actividades laborales o académicas con el fin de dedicarse a intereses personales como viajar, descansar, disfrutar de la familia o desarrollar una actividad personal.

A pesar de ello, sus deseos son órdenes para mí y no dude que mañana tendrá su dosis.

RUTH dijo...

A mí me da lo mismo.
Lo que se coman los gusanos que lo vean los humanos.
Un abrazo.

Dani Llabrés dijo...

Creo, mi estimada Ruth, que aquí es algo que tampoco les preocupa demasiado. Aunque creo que de tan poco que les preocupa ni siquiera son dados a ninguna exhibición gratuita.