viernes, 27 de febrero de 2009

DOM TO DAM


A medio recuperar ―para la vida social y patria―, después de un retorno bastante menos épico que el del Jedi ―y digo “medio” pues todavía no me he podido deshacer de esa especie de jet lag espiritual que tengo agarrado a pulmones y estómago como alambre de espino oxidado―, procedo a dejar constancia de un fin de semana, como poco, memorable en compañía de los cuatro sujetos de la instantánea.
Un fin de semana, como poco, entrañable de sorbos de ginebra y tragos de cerveza. De arenques con pepinillo y dudosos solomillos. De rondas nocturnas y lecheras y plumas señoriales y naturalezas muertas con sus moscas de la muerte. De ser esos señores raros de la celda del fondo y aquellos otros del smoking room con las lágrimas salpicándoles la pechera. De bruines cafés y festivales de fondue. De fofa-cola, vacas asaltadoras y “te gusta verme así”. De callejeo, provos y duelos de Moleskine. De apocalipsis de albóndigas y Armagedón de licores. De fiestas de San Valentín con la comunidad malaya de Ámsterdam y amistad en estado esencial. AMISTAD en mayúsculas en un fin de semana que, siendo para olvidar, se convirtió en, como poco, inolvidable gracias a la compañía de los cuatro sujetos de la instantánea.

miércoles, 11 de febrero de 2009

DOMINICOS GO TO ÁMSTERDAM





Una gran experiencia merece un gran colofón. Y nada mejor que la visita de la Vieja Guardia Dominica y su infalible cocktail de viejas anécdotas, hijoputismo a discreción y ganas de diversión para elevar el espíritu y desempolvar el ardor guerrero.

Mucho antes de lo que me alcanza la memoria estos cabrones ya estaban ahí, y a pesar de que soy de los que piensan que nada es eterno ―con la excepción de la muerte y cierta clase de hongos en los pies―, en el fondo, albergo la seguridad ―y la tranquilidad― de que siempre estarán ahí.

A continuación las fichas técnicas de mi particular Club de la Serpiente:

Nombre: Max.
También conocido como: José Ángel Martí.
Profesión: Magistrado y trovador.
Ubicación: Barcelona.
Uno de los mejores tertulianos que conozco. Con un pésimo gusto para la música que compensa con creces su fino paladar para la literatura y el cine. Marionetista del sentimiento.

Nombre: Carlos Pérez y Pérez.
También conocido como: Charly, Pereta o La Jodida Voz.
Profesión: mercader ambulante.
Ubicación: cualquier habitación de cualquier buen hotel de cualquier ciudad española.
Capaz de recorrer 200 kilómetros para tomar un café con los amigos. Capaz de dormir dos horas si se ha quedado con los amigos para comer. Capaz de irse a casa siete horas después, tomarse un copazo y regresar más fresco que antes. Dandy de la amistad.

Nombre: El Chino.
También conocido como: El Chino.
Profesión: informático.
Ubicación: el ciberespacio.
Uno de los sujetos más cabrones que me he echado nunca a la cara pero todo corazón. Un jodido Mr. Potato cardiaco, un corazón con las extremidades prendidas con alfileres.

Nombre: don Francisco de Asís Carrión Lapiedra.
También conocido como: Paco Tercio, la chicuelina de Ruzafa o el Mussolini de Germanías.
Profesión: conspirador de transitaria.
Ubicación: Valencia.
Un auténtico titán de la camaradería. Imperturbable e inamovible en su mundo sin escala de grises. El jodido Atlas de la amistad. Un regalo sin envoltorio ni lazo.

lunes, 9 de febrero de 2009

VUELVO A CASA

Es ésta una expresión que, lanzada desde los labios de un soldado destinado en el frente o de ese hijo que regresa con el turrón y la Navidad, supone una absoluta felicidad.
Es ésta una expresión que, arrancada de los labios de quién en unos días debía recabar en Londres como escala al otoño en Nueva York, supone una absoluta desdicha.

Iba a decir que nos han venido malas cartas, pero creo que llevamos varias manos apostando sin que nos hayan repartido ninguna.

El mundo ha tenido la excentricidad de pillar una crisis y el edificio que alberga nuestro despacho una aluminosis. La crisis repela los huesos del negocio y el edificio amenaza con venirse abajo de no ser alimentado con obscenas cantidades de dinero. Todo un poema al mal gusto.

El año de las mil aventuras va a ser el año de las mil incertidumbres. Pero así es la vida: una concatenación de putadas cuyo interludio debes disfrutar como si te fuera la vida en ello. Y sí, eso es algo que hemos sabido hacer y, so pena de que se me acuse de autobombo, además muy bien.

Echaré de menos una ciudad donde la sonrisa es una marca de nacimiento, la amabilidad y la paciencia estigmas surgidos a corta edad y tocar el claxon de muy mala educación; echaré de menos esos paseos por Frederiksplein repletos de vehementes reflexiones con el cacofónico bramar del síndico de borrachos al fondo; echaré de menos tener como única preocupación el encontrar la inspiración entre la barahúnda de gritos y ladridos, respectivamente, de La García y Olivia; también los cafés marrones y esa esquina de Prinsengracht desde la que se ve la fachada del Rijksmuseum; echaré de menos la paz ―dentro y fuera―, la banda sonora de la paz ―esa anciana que toca el piano saboreando una copa de vino, el gerente de un taller de bicicletas tocando el saxo, la música que brota por las ventanas de una casa-barco…― y las aceras sinuosas alfombradas con verdín; echaré de menos el ver un avión cruzando el cielo y no preguntarme adónde va… Echaré mucho de menos los cuarenta y pocos metros cuadrados de esa casa en Utrechtsedwarsstraat y hasta sus endiabladas escaleras.

Pero no nos pongamos patibularios. Una derrota no es haber perdido la guerra, un árbol cruzado en el camino no es el final del viaje y un punto y aparte no es un punto final.
García… siempre nos quedará Ámsterdam.

Instantánea: Iba a poner una fotografía de los Llabrés & García celebrando la llegada del 2009 con la felicidad esencial dibujada en sus caras pero me ha parecido un innecesario tirar sal a la herida. Por el contrario, os dejo con mi plaza predilecta de este Dam que ya es casi un recuerdo: la plaza de Spui (y su golfillo). El lugar desde el que los provos cambiaron ―a golpe de subversión, provocación y humor― el alma de Ámsterdam a mediados de los 60. Así, recargado con el espíritu de los provos y con la sabiduría que la distancia y la perspectiva han tenido a bien regalarme, vuelvo a casa.

jueves, 5 de febrero de 2009

WF Y LA MÁQUINA DEL TIEMPO

Cruzo con zancada firme la siempre bulliciosa plaza Dam esquivando el vuelo rasante de las palomas y la turbamulta de japoneses ―esos hombrecillos a una cámara pegados―, turistas del fumeque ―todo dreadlocks y sonrisas blandas hipnotizadas por los mimos― y melés de adolescentes de sobreexcitadas mejillas sonrosadas por la cercanía del Red Light.

En ese corazón adoquinado del que parten las calles más comerciales y populares del Ámsterdam turístico yo elijo una estrecha callejuela que pasa totalmente desapercibida. Es allí donde guardo mi particular máquina del tiempo.

Atravieso el frío siseo de una puerta que me cede mecánica el paso, luego otra más y ya he viajado cuatrocientos años atrás. Ante mí se erige la fachada del Winand Fockink, impasible y atemporal, un sobrio cuartucho desgastado a mayor gloria de la ginebra. De esa ginebra que sabe a enebro pero también a mora, grosella, fresa o limón. De esa ginebra que ellos mismos fabrican, en la pequeña destilería de la puerta de al lado, desde que la ginebra existe. Desde que a algún avispado holandés de ojos aflorinados se le ocurrió comercializar un remedio para los cálculos biliares.

Y es que al contrario de lo que una amplia mayoría cree, el origen de esta bebida no se encuentra en la capital del cantón suizo del mismo nombre sino en las bayas de enebro (jenever) de su fórmula. Esa fórmula que los ingleses se llevaron para dar paso a ese gin que lejos de emanciparse nunca ha podido caminar solo.

En el Winand Fockink degustaremos ginebras y licores de los sabores más extravagantes ―el primer sorbo sin manos, según dicta la costumbre del lugar―, retozaremos en torno a alambiques de cobre brillante y llenaremos nuestra espíritu de un pasado que ya no puede hacer daño. Un Ámsterdam puro XVII que de serlo más haría que estallaran todos nuestros alveolos pulmonares.

Sé que entre mi pasada oda a los cafés marrones y este panegírico a la ginebra va a parecer que mi estancia en Ámsterdam trascurre entre cerveza arriba y ginebra abajo… pero no crean, mis queridos amigos, que de vez en cuando también tomo una copita de vino.

domingo, 1 de febrero de 2009

CHET BAKER: EL ANGEL CAIDO



13 de mayo de 1988, un cuerpo sin vida yace bajo una ventana abierta del Hotel Prins Hendrik de Ámsterdam. Tras la carcasa ensangrentada de ese ajado anciano se encontraba el más famoso jazzman blanco de todos los tiempos, su nombre Chet Baker, su edad 58 años.

Podéis llamarme limitado, cerrado de mente, talibán o jurásico… sí, soy todo eso y muchas otras cosas. Pero la verdad es que siempre he considerado las largas improvisaciones en el jazz ―y, si me apuras, en cualquier estilo― como un innecesario egocentrismo interpretativo que enturbia la melodía. Por eso soy más del cool que del bebop, del souljazz que del hardbop. Por eso detesto el freejazz. Por eso me encanta Chet Baker.

Chet Baker tenía el talento suficiente para ser el más grande y, a pesar de que hizo todo lo posible para evitarlo, casi lo consiguió. Su voz es el quejido asexuado y doliente del agonizante. El sonido de su trompeta tiene todo el romanticismo del que carecía su tortuosa vida. Chet escupe sus entrañas con la dulzura de la derrota y anuda tus pulmones con alambre de espino y melancolía. Un ángel caído más allá de los confines del infierno, una trompeta de oro empeñada por el precio de una dosis.

Para lo que gustéis de las biografías crudas no podéis perderos el excelente Deep in a dream. La larga noche de Chet Baker del periodista James Gavin. Más de 500 páginas repletas de idolatría y olvido, de detenciones y extradiciones, de conciertos memorables y amores enfermizos, de autodestrucción y carretera, de amistad y pasión pero sobretodo repletas de jazz, de ese jazz que se desliza por las callejuelas de la vieja Ámsterdam. Porque Ámsterdam no ha olvidado al viejo Chet.

miércoles, 28 de enero de 2009

DISCREPANCIAS CULTURALES PARTE 4: LA LAVADORA


Supongo que en alguna ocasión os habréis preguntado por qué los americanos del norte no tienen lavadora en su casa. Os habréis preguntado qué les lleva a acarrear sus calcetines sucios varias manzanas para dejar morir las horas delante de una hilera de tambores en arduo centrifugado o, en el mejor de los casos, cuál es la oscura razón de flagelarse con visitas a esos terroríficos lugares, siempre con bombilla nerviosa y dubitativa, habilitados en el subsuelo de los bloques de apartamentos.

Pues si esperabais encontrar aquí la respuesta os equivocabais. No, no tengo contestación para una de esas dudas que, juntamente con el porqué la llave de un armario viejo elimina un orzuelo o una cucharilla de postre evita que la sidra pierda gas, me atormentan desde hace lustros. Aunque, por el contrario, creo haber descubierto el origen de dicha extravagancia cultural: los Países Bajos. Pues en tierra de infieles tampoco le tienen afición a este, en nuestro caso, cotidiano electrodoméstico.
Sí, creo firmemente que la fobia por la lavadora ―alias lavar la ropa fuera de casa― ya vino marcada a fuego en la genética de aquellos colonizadores holandeses que, a principios del XVII, compraron la Isla de Manhattan a los indios Lenape ―según cuenta la leyenda, por unos irrisorios 24 dólares―.

Estando así las cosas, dos son las opciones que se te platean por estos lares en lo que a colada se refiere: el “hágaselo Ud. mismo” o el “aquí se lo dejo y vuelvo a las 4”. Como tardas bien poco en darte cuenta de que la primera candidata ―el self service de lavadoras, el buffet libre de la colada― es lo más parecido a que el diablo te sodomice ―pues no hay mejor aprendizaje que tu mejor jersey midiendo palmo y medio o las contundentes enseñanzas de ese arma de destrucción masiva llamada secadora― acabas buscándote una tintorería/lavandería. Esos extraños lugares donde toscas muchachas manipulan tus interioridades y además sucias.

No voy a negar que tener que cruzar 2 avenidas, 1 canal y 7 calles para limpiar tu ropa es bastante molesto pero, la verdad, es que mientras cruzo Ferdinand Bol con mi áspera bolsa a cuadros me siento un amsterdamés más. Sí, señoras y señores, la integración es una braga sucia.

sábado, 24 de enero de 2009

FOTOGRAMAS SABÁTICOS: REBELDES DEL SWING

Director: Thomas Carter

Año de estreno: 1993

Reparto: Un Robert Sean Leonard post-Club de los Poetas Muertos y pre-House, un Christian Bale post-El Imperio del Sol y pre-Bateman/Batman y un Kenneth Branagh post-Los Amigos de Peter y pre-Frankenstein.

El principio: «En las postrimerías de los años 30 un nuevo movimiento se extendía entre los adolescentes de Hamburgo, Alemania. Sus seguidores se negaban a unirse a la organización juvenil de los nazis, las Juventudes Hitlerianas ―conocidas como la H.J.―. Llevaban el cabello largo, estaban obsesionados con las películas americanas, la moda británica y la música Swing. Se llamaban a sí mismos Swing Kids».

El final: «Cientos de Swing Kids fueron enviados a campos de trabajo. A otros miles les obligaron a alistarse en el ejército y murieron durante la guerra. Pero el movimiento siguió creciendo y una nueva generación de Swing Kids sobrevivió para presenciar la derrota de los nazis».

Una frase: «¡Swing Heil!».

De qué diablos: Rebeldes del Swing merece estar inspirada en un buen libro que tenga todo lo que le falta a la película. Aunque un final desafortunado, cierta falta de intensidad y la omisión a la resistencia activa de la contracultura swing durante los años de la guerra no deben ensombrecer unas interpretaciones solventes, una buena recreación de esa Alemania preparándose para escribir con pulso firme y marcial los párrafos más torcidos de la historia ni el acierto de descubrirnos a estos dandis de zoot suit, sombrero de ala ancha y paraguas que, por principios, diversión o pasión, decidieron jugar distinto cuando el individualismo podía costarte la vida. Swing Kids o a la redención a través del baile, la música y la estética. ¿De qué me suena esto?

http://www.youtube.com/watch?v=COJH-cPJ2so