domingo, 16 de noviembre de 2008

SPANISH HARLEM


Si hay un Spanish Harlem en Ámsterdam -cosa que dudo y desde este momento reivindico- vivimos en él. Y es que nuestra localización doméstica es como la canción del Pirata: “Pata negra” a un lado, al otro el Consulado, y allá a su frente “Molinos de viento”.


Coincidencias o no, lo bien cierto es que nuestro retiro amsterdamés es el centro de un triángulo isósceles en cuyos vértices se encuentra un restaurante español –que todavía no hemos pisado, por eso de no caer en el provincianismo tipo de los marineros yanquis hacinados en un Burger King, pero que el mono de jamón serrano no tardará en hacer de nosotros sus más fieles acólitos-, el Consulado de España –con sus arquetípicos funcionarios de mohín cansino en cuyos diccionarios, posiblemente por un error no imputable a ellos, falta la “S”, la sinuosa inicial de "solución", "simpatía", "sonrisa", "satisfacción", "servicial"…- y el centro cultural español “Molinos de viento” -con su nutrido grupo de estudiantes y ese botijo en el amplio ventanal que me obliga a sonreír cada mañana-.


“Molinos de viento”, o más bien su letrero luminoso y anunciador, es una señal, una señal para mí y sólo para mí. Y no, no es que me haya vuelto más loco de lo que ya vine -o por lo menos eso creo aunque asumo no ser el más indicado para opinar al respecto- sino que el mensaje se me muestra con absoluta claridad.

Y es que uno de los objetivos de este annus sabbaticus era, por fin, el acabar mi novela. Una novela que, os adelanto, culmina en el otero de Campo de Criptana con sus personajes a los pies de los molinos de viento. ¿No es por tanto evidente que esa imagen, la primera que veo cada mañana al levantarme, de un Alonso Quijano con molino de atrezzo es UNA SEÑAL? ¿No es ese Quijote y su Rocinante mi estrella de Belén? ¿Será este año sabático quien convierta a mis gigantes en simples molinos?

Preguntas, algunas retóricas y otras, de momento, sin respuesta.

No hay comentarios: