martes, 23 de diciembre de 2008

¡EL FIN DEL MUNDO HA LLEGADO! QUE SUENE MARVIN GAYE


Tras un embarazo de casi cuatro años, la criatura ha sido alumbrada. Ha pesado 420 páginas, tiene los ojos de color arial y sonrisa a doble espacio como su padre. Ha salido alcohólica, drogadicta y le gusta el soul, pero ¿quién renegaría de un hijo por defectos que tenga o ninguna virtud como es el caso?

En cuanto a la respuesta a la lapidaria cuestión del «¿y ahora qué?», esa es: emancipación. Es lo bueno de las obras literarias que, si bien rara vez traen un pan bajo el brazo, nacen con la mayoría de edad a cuestas.

Ahora toca una de pescadillas muerdecolas, de envíos a editoriales donde no te publicarán ―salvo llevar soldado al nombre Gala, Pérez-Reverte o Zafón― sin traer como carta de presentación algún galardón y envío a concursos que no ganarás salvo llevar soldado al nombre Marías, Pombo o Asensi. Todo ello con el agravante de saberte poseedor de un manuscrito cuya temática interesa únicamente a un puñado de dementes como tú.

Entonces ¿por qué? ¿Cuál el sentido de esta sin razón? ¿Por qué no optar por la cómoda autoedición ofertada por las editoriales de internet? ¿Por qué malgastar tanto tiempo y dinero? ―¿son realmente conscientes los organizadores de certámenes literarios del enorme coste, entre impresión-encuadernación-envío, que supone la participación? ¿Por qué además se empecinan en hacerlo más sangrante pidiendo ejemplares por duplicado o triplicado y, para más inri, a doble espacio y por una sola cara? ¿Desconocen estos señores las excelencias del correo electrónico?―… Al final, todo se reduce a que los dementes de la Celtiberia reclamamos nuestro espacio. Un espacio tangible ―más allá de ese numerus clausus de géneros impertérritos e imperecederos encabezado por la novela histórica― que, a día de hoy y con escasas excepciones, sólo llena la lengua de Shakespeare y que algunos estamos empecinados en conquistar a bofetadas para la de Cervantes.

De momento, toca aplicarse la cantinela de ese pájaro Dodo de Alicia en el País de las Maravillas; el «adelante, siempre avante, nunca para atrás», a sabiendas de que «en esta carrera imposible es ganar».

En la instantánea: el altar santero creado al efecto y en torno a la novela como prueba fehaciente de la confianza en las posibilidades reales de la misma.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Sentencias y flechas

El interior de una nevera es el reflejo de una vida.

martes, 16 de diciembre de 2008

RED LIGHTS, BIG CITY


Bien sabéis los que me conocéis ―los que habéis tenido esa desafortunada, aunque en la mayoría de casos merecida, condena― que, en estas páginas, difícilmente vais a encontrar la Nederland de Rembrandt, los azulejos de Delft y los campos de tulipanes. Para eso ya tenéis las guías, los canales televisivos de viajar y los prescindibles videoreportajes de algún familiar cansino y desconsiderado.

Mi Holanda es ―y será― una Holanda de sensaciones y ambientes, de bofetadas culturales y cafés oscuros, de “entre bambalinas” y “teatro dentro del teatro”, de cerveza blanca y ginebra joven, aunque sin olvidar aquellos rincones que, a pesar de su popularidad, merezcan la trova del viajero. Una mirada reflexiva y bohemia que, para qué engañarnos, no va más allá de torpe embozo de la demencia.

Acusarme de banal, pueril y hasta desconsiderado pero si algo merece una oda, en éste mi Ámsterdam, es el Barrio Rojo.

Como en aquellos viejos recortables de muñequitos en calzón donde a la enfermera le tocaba la jeringa y al bombero la manguera, a Ámsterdam ―por su pasado de ciudad portuaria y, por ende, de descanso del marino― le toca la puta.

Sin entrar en polémicas sobre la “profesión más vieja del mundo” y sus pájaras de vida alegre ―pues nada entiendo de fútbol― simplemente diré que, partiendo del hecho incuestionable de que meretrices ha habido siempre y siempre habrá, si hay una fórmula: es ésta.

Aquí, nada de barrios deprimidos ni deprimentes sino junto al centro neurálgico que es la Plaza Dam.

Aquí, nada de marginación sino en una amplia calle cruzada por un bello canal repleto de cisnes que es la más visitada de la ciudad. Con sus perfectas estampas familiares entre farol y farol y cientos de turistas paseando risueños y cordiales.

Aquí, nada ―o casi nada― de chulos y tráficos ilegales de personas sino autónomas del sexo que alquilan su escaparate, hacen su declaración de renta, elijen a su cliente y tienen derecho a la pensión de jubilación.

Aquí, nada de miradas perdidas sobre sonrisas desdentadas, ni doblegados cuerpos de brazos agujereados sino mujeres saludables ―y travestis mucho más saludables― que bien saben, como todo diligente empresario, que la presentación del producto es esencial para el buen funcionamiento del negocio.

Aquí, un viaje lisérgico hacia la lujuria sobre luces de neón. Un canto de sirena con cien caras con cien miradas maliciosas y cien cuerpos con doscientas curvas. Sodoma en una postal. Gomorra en El Corte Inglés.

En la instantánea (se siente pero está prohibido fotografiar a las cortesanas): el que viste y calza en el Distrito Rojo junto al reclamo de lo que, supongo, será un inocente “negocio de composturas”. Ah y por cierto, ―como apuntaba el gentilhombre aristo, no sé si por clarividencia o experiencia― sí, las pelucas multicolores del mercado de Albert Cuyp sirven para coronar las cabezas de la amplia mayoría de las rameras, furcias y fulanas que exhiben sus encantos a la luz de los purpúreos fanales.

Sentencias y flechas

Nunca seré viejo... a lo sumo, vintage.

jueves, 11 de diciembre de 2008

PÁRRAFOS SABÁTICOS: FAHRENHEIT 451


Las aficiones son esas actividades que nos apasionan y, salvo envidiables excepciones, rara vez dan de comer. Esas inquietudes a las que la velocidad vertiginosa de la vida de adultos -esa carrera circular de la rutina a la rutina con paradas de avituallamiento en la rutina- va relegando de la mesita de noche al armario y del armario al trastero -donde sabes que te esperan pero cada vez te da más pereza buscar-.

Creo que este es un buen momento de hacer justicia a las aficiones y dedicarles ese tiempo merecido que las actividades puramente alimenticias llevan años robándoles.

Sirva pues este blog, entre otros usos, para ir dejando constancia de los distintos libros, películas y canciones -esas son mis sedentarias aficiones- que me van a ir acompañando, como dignos coprotagonistas, en este futurible año sabático.

Empecemos por la literatura -pasión robada al sueño que ahora por fin ve la luz- y demos su espacio a viejos amigos que bien merecen una nueva visita, conocidos con los que no empezamos con buen pie -por venir impuestos o haberse presentado cuando la situación les era adversa- y se les debe una segunda oportunidad y nuevos personajes que llevaban demasiado tiempo en cola de espera.

Para abrir boca os dejo con esta obra de culto del páter de las “Crónicas marcianas”.

Autor: Ray Bradbury

Año de publicación: 1953

El principio: «Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y cambiados. Con la punta de bronce del soplete en sus puños, con aquella gigantesca serpiente escupiendo su petróleo venenoso sobre el mundo, la sangre le latía en la cabeza y sus manos eran las de un fantástico director tocando todas las sinfonías del fuego y de las llamas para destruir los guiñapos y ruinas de la Historia».

El final:
«Hay un tiempo para todo. Sí. Una época para derrumbarse, una época para construir. Sí. Una hora para guardar silencio y otra para hablar. Sí, todo. Pero, algo más. ¿Qué más? Algo, algo…

Y, a cada lado del río, había un árbol de la vida, con doce clases distintas de frutas, y cada mes entregaban su cosecha; y las hojas de los árboles servían para curar a las naciones.

―Sí ―pensó Montag―, eso es lo que guardaré para mediodía. Para mediodía…
―Cuando alcancemos la ciudad».

Una cita: «Los libros están para recordarnos lo tontos y estúpidos que somos. Son la guardia pretoriana de César, susurrando mientras tiene lugar el desfile por la avenida: “Recuerda, César, que eres mortal”».

De qué diablos: Fahrenheit 451 es la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde y es también la historia de una pregunta: “¿Es usted feliz?". Una pregunta –la más peligrosa de este mundo- que el protagonista no puede responder a pesar de su trabajo perfecto -como bombero encargado de la quema de esos objetos arcanos y prohibidos llamados libros-, su mujer perfecta -demasiado ocupada en sus pantallas de televisión, su radio y sus sedantes para dejar de sonreír- y esa época perfecta donde le ha tocado vivir -un futuro (¿?) urbanita, proteccionista y, ante todo, feliz. Por obligación, pero feliz-.

martes, 9 de diciembre de 2008

LA NAVIDAD HA LLEGADO A SU FIN


Aunque nos creamos muy europeos porque ya somos capaces de ponernos sandalias con calcetín lo bien cierto es que a este lado de Los Pirineos son más europeos que nosotros. Por eso todo llega antes… y antes se acaba también.

Por estos fundos y a día de hoy la navidad ha llegado a su fin. Aquí, en la noche del 5 de diciembre, Sinterklaas -una suerte de pope ecuestre cuya tradición viajó a los USA con los inmigrantes holandeses dando lugar al rechoncho y risueño Santa Claus de saturada representación hasta la agonía que todos conocemos y padecemos- vuela sobre los tejados de Nederland rellenando de regalos, y supongo que a golpe de horma, los zapatos de todas las familias de bien.

Mito absolutamente rocambolesco -más allá de nuestros magos camelleros a los que la nebulosa esotérica da cierta coartada- por cuanto, según la versión oficial, el susodicho Sint-Nicolaas reside en Madrid, viaja en barco de vapor por el río Manzanares y, tras desembocar en el Cantábrico y cruzar el Atlántico, llega a Holanda. ¡Manda cojones, señores! ¡Manda cojones!

En nuestro caso, salvo por el cabroncete de tu hermano mayor o el imbécil de la clase, era absolutamente imposible descubrir que los reyes eran los padres, pero es que la patraña holandesa es de por sí insostenible. ¿Pero es que estos niños no tienen internet? ¿Desconocen que el Manzanares desemboca en el Jarama? ¿No han escuchado los versos de don Francisco de Quevedo “Manzanares, Manzanares, arroyo aprendiz de río”? ¿Sus telediarios no hablan nunca de España? ¿No conocen a Bisbal? Esto último, por cierto, una bendición.

Lo de los Reyes Magos de Oriente aún tiene un pase -llegan de unas indeterminadas tierras lejanas siguiendo una estrella, que si oro, que si incienso, que si mirra… si es que ni Tolkien- pero lo de que aparezca un tipo con tiara y cayado dorado con un paje llamado Pedrito El Negro y te digan que es oriundo de España y aquí todo el mundo tan pancho… es de redoble de tambor. ¡Menudas tragaderas tienen los niños neerlandeses!

Aquí dices que vienes de España y te sonríen alelados dándote una galletita con canela. No sé si porque siendo caucásico y sin barba blanca deben creer que eres un pobre loco o porque piensan que eres un elfo raro y premian tu laborioso año de pergeñar presentes.

Hermanos y hermanas, así nunca nos van a tomar en serio.
Hermanos y hermanas, por mucha sandalia con calcetín así no hay Europa que valga.

En la instantánea: vuestro humilde servidor con Pedrito El Negro segundos antes de que llenara mi capucha con medio centenar de galletitas de canela.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Sentencias y flechas

La paz espiritual admite pago con tarjeta.

jueves, 4 de diciembre de 2008

EL PÁJARO MOONDANCE



Tras cinco días de esmerado estudio ornitológico he aquí mis primeras consideraciones sobre ese ave rapaz nocturna conocida como Pájaro Moondance:


El Pájaro Moondance, denominado así por ser bajo el influjo de la luna cuando muestra su peculiar tambaleo, puede llegar a medir metro setenta, posee un pico corto que tiende a doblarse con la ingesta etílica y alas recias de verde plumaje. Su cuerpo aerodinámico está adaptado para vuelos rápidos y de escaso recorrido y su cola ahorquillada le permite maniobrar con torpeza en vuelo rasante.

El Pájaro Moondance pasa la mayor parte de su vida en regiones templadas, donde realiza la puesta y la cría, pero emigra en una sola ocasión a Ámsterdam para deshacerse de su plumaje.

Si bien su capacidad para imitar la voz humana le asemeja a sus parientes los psitácidos, el Pájaro Moondance se limita únicamente a escupir procedencias (Ejemplo: “nepalí”, “libanés”, “marroquí”) ante lo cual, y para evitar su irritación, debe entregársele algo que fumar, quedando posteriormente mucho más relajado.

Si bien su dieta habitual se compone de insectos, su manjar más preciado son los hongos pluricelulares que rara vez en su larga existencia puede ingerir y que por ello le producen gran satisfacción y varias horas de algo muy parecido a la risa humana.

El Pájaro Moondance es proclive a anidar en callejones estrechos junto a luces rojas, copas de ginebra holandesa y albóndigas infectadas de guindillas.

A pesar de tratarse de una raza en peligro de extinción, el Gobierno Neerlandés no ha dudado - ante el peligro que supone para la supervivencia del arenque ahumado- poner en marcha un programa de actuación para proceder a su completa aniquilación.