domingo, 26 de octubre de 2008

PRIMER DESTINO: AMSTERDAMNED


«¡¿Ámsterdam?!», «¿Pero cinco meses en Ámsterdam no es demasiado?», «Pero si con cinco días está más que visto… os vais a aburrir», «Pero si huele mal»…

Partiendo de la premisa de que sin trabajar no se está mal en ninguna parte ―a excepción de en ciertas penitenciarías del sudeste asiático―, Ámsterdam es, indudablemente, destino obligado en el inicio de todo annus sabbaticus. ¿Por qué?, os preguntaréis. ¿Por qué?, me preguntaréis. La respuesta es sencilla: por su mismo y aparente hándicap de pequeña capital, de ciudad paseable, serena y silenciosa. Y es que un año sabático no deja de ser como unas vacaciones estivales llevadas al paroxismo.

No sé vosotros pero el que suscribe sólo tiene sensación de auténtica vacación después de haber tocado levemente la desidia. En mi caso, los dos primeros días de unas vacaciones siempre pertenecen al callejeo consumista, a la cerveza a destiempo y a las largas sesiones de lectura, cine y música. A partir de ahí ya puedo cerrar las maletas y dar el banderazo de salida al trotamundos. A partir de ahí ya puedo correr y dormir poco y hacer el freaky por medio planeta para volver derrenglado a un trabajo que ya no me parecerá un mal destino sino un ganado descanso.

Pues mis cinco meses en Ámsterdam son mis dos primeros días de auténtica vacación. ¿Qué mejor ciudad en el mundo para perderse con cada paso? ¿Qué mejor lugar para dejar pasar la tarde entre una buena novela y algunos vasos de cerveza? ¿Qué mejor sitio para el vinilo barato y la tienda vintage? ¿Qué mejor ciudad para no hacer nada y hacerlo todo, para respirar hondo y fabricar el futuro? Sí, esa es Ámsterdam. Y además, no huele mal.

De todas maneras, por si lo anterior no os ha convencido, os dejo con unas líneas del maestro Albert Camus que allá por el 54 pasó un día en la Ciudad de los Canales:

«Este país me inspira: me gusta esta gente que hormiguea por las aceras, arrinconados en un pequeño espacio entre casas y agua, rodeados por la bruma, las tierras frías y el mar vaporoso como un lavadero. Me gusta porque son dobles. Están aquí y están en otra parte. ¡Sí!... Andan a nuestro lado, es cierto, y sin embargo vea usted donde se hallan sus cabezas: en esa bruma de neón, de ginebra y de menta que desciende de los letreros rojos y verdes. Holanda es un sueño, caballero, un sueño de oro y de humo, más borroso durante el día, y más dorado por la noche… ».

5 comentarios:

Albert Petit dijo...

Cierto......cuando uno esta sin trabajar se esta bien en casi cualquier sitio.......pero bien, dado su caracter inquieto, sigo pensando si 5 meses en Amsterdam no serán muchos...espero que dentro de un año, nos sorprendas con un nuevo libro o que coño! Una pelicula!!

Siguiendo tu pista... Al.

a dijo...

Se le recibe alto y claro. Cuidado con los arenques y con los ahumados. Y me reafirmo amsterdam huele....

a dijo...

De todas maneras, por que no aprovecha su retiro para dar por terminado el gran relato repetitivo y peyorativo con una fuerte carga emocional y de rythmbambul de nuestro amigo HOLMES....TERMINELO YA SEÑOR CUESTA, DONDE ESTA EL PENE DE HOLMES,,,

Dani Llabrés dijo...

Para Mr. Petit: Lo de la película lo tengo aparcado pues el único guión que, de momento, recorre mi mente es un extraño cocktail entre Garganta Profunda y Los Bingueros. Trabajaré en ello.
Y sí, dentro de un año, no sólo pretendo sorprenderle con una novela sino con algo mucho más complicado... con un escritor.

Dani Llabrés dijo...

Para don Juan:

1. Ámsterdam no huele mal.
2. Ámsterdam no huele mal.
3. Ámsterdam no huele mal.
4. Demasiada grava y alquitrán en sus fosas nasales han aniquilado por completo su sentido del olfato (por no decir de las incontables secuelas que han insuflado en su, ya de por sí, escueta cordura).