En ese corazón adoquinado del que parten las calles más comerciales y populares del Ámsterdam turístico yo elijo una estrecha callejuela que pasa totalmente desapercibida. Es allí donde guardo mi particular máquina del tiempo.
Atravieso el frío siseo de una puerta que me cede mecánica el paso, luego otra más y ya he viajado cuatrocientos años atrás. Ante mí se erige la fachada del Winand Fockink, impasible y atemporal, un sobrio cuartucho desgastado a mayor gloria de la ginebra. De esa ginebra que sabe a enebro pero también a mora, grosella, fresa o limón. De esa ginebra que ellos mismos fabrican, en la pequeña destilería de la puerta de al lado, desde que la ginebra existe. Desde que a algún avispado holandés de ojos aflorinados se le ocurrió comercializar un remedio para los cálculos biliares.
Y es que al contrario de lo que una amplia mayoría cree, el origen de esta bebida no se encuentra en la capital del cantón suizo del mismo nombre sino en las bayas de enebro (jenever) de su fórmula. Esa fórmula que los ingleses se llevaron para dar paso a ese gin que lejos de emanciparse nunca ha podido caminar solo.
En el Winand Fockink degustaremos ginebras y licores de los sabores más extravagantes ―el primer sorbo sin manos, según dicta la costumbre del lugar―, retozaremos en torno a alambiques de cobre brillante y llenaremos nuestra espíritu de un pasado que ya no puede hacer daño. Un Ámsterdam puro XVII que de serlo más haría que estallaran todos nuestros alveolos pulmonares.
Sé que entre mi pasada oda a los cafés marrones y este panegírico a la ginebra va a parecer que mi estancia en Ámsterdam trascurre entre cerveza arriba y ginebra abajo… pero no crean, mis queridos amigos, que de vez en cuando también tomo una copita de vino.
9 comentarios:
Espero que ése vino que tomas sea español, y a poder ser un Somontano. Nótese mi sutil manera de tirar para casa.
ES VERDAD QUE NADIE PAGA CUANDO VIAJA EN LOS AUTOBUSES, TRANVIAS Y METROS DE ROMA?????
EXISTE LA FIGURA DEL REVISOR O ES UNA LEYENDA URBANA?
En respuesta a su comentario en mi blog: su inmerecido elogio resulta mucho más que elogioso viniendo de alguien que, con su impublicable -o no, a ver si hay suerte- novela, ha demostrado que SÍ que tiene verdadero TALENTO.
Saludos de Paula.
PD 1: Me resulta imposible no tratar de usted a alguien tan ducho en la antiquísima ciencia del sombrero ;-).
PD 2: Entiendo que éste no es un comentario apropiado para ser publicado.
Verdaderamente dan ganas de ir y probar todos esos tipos de ginebra gloriosa de la buena (y de chocolates... y de galletas...).
Le tengo que hablar un día del albergue donde me hospedé en su actual ciudad de acogida. No recuerdo haberme sentido nunca tan exageradamente fuera de lugar.
Y cuidado y control, no se convierta el remedio en perdición biliar.
Para David:
Aunque sigo fiel al morapio patrio no te creas que es fácil mantenerse firme. Diossssssss, es más sencillo conseguir un vino chileno o sudafricano por estos lares que un caldo de la madre patria. Si es que no nos sabemos vender.
Será que aún nos guardan rencor por los Tercios, el Duque de Alba y compañía. Total, si fué una riña sin importancia.
Para el don Juan del Palatino:
Desconozco dicha leyenda aunque seguro que si no existe ya se ocupará Ud. de avivarla (tipo Zamarrón cuna de moscas devoradoras de solomillos).
Lo que siempre me ha llamado la atención del metro de Roma es que, a pesar de estar repleto de carteles alertando de los cacos, cuando tienes la suerte de avistar un carabinieri (que normalmente estará en animado corrillo con todos los demás asignados a esa estación) lo encontrarás piropeando a alguna fémina. Roma sigue siendo tremendamente felliniana.
Para Paula:
Soy poco dado al elogio gratuito y, mucho menos, inmerecido. Simplemente me he limitado a destacar una obviedad.
Sigo de cerca los pasos de A.G.T.
Para la Srta. K:
Bien sabes que si buscas en la enciclopédia Salvat la palabra "mesura" encontrarás mi fotografía ilustrando el concepto.
Le aviso de que he abierto una carpeta de nombre "Nadiamsterdam" donde voy anotando todas las anécdotas que me tiene pendiente de relato.
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